La Oración Universal
Omnipotente, Eterno Dios, Señor, Padre celestial,
mira con Tus ojos de inmerecida compasión
nuestro dolor, miseria y necesidad.
Ten piedad de todos los fieles cristianos,
por quienes tu Hijo Unigénito,
nuestro Señor y Salvador Jesucristo,
se contentó con entregarse en manos de los pecadores
y derramar Su Preciosa Sangre sobre el madero de la Santa Cruz.
Por el Señor Jesús, Padre misericordioso,
evita nuestros bien merecidos castigos,
el peligro presente y las amenazas futuras, el daño y el ultraje,
las armas y la guerra, la escasez y la desgracia,
la enfermedad y los tiempos dolorosos y miserables.
Ilumina y fortalece, con toda bondad,
a nuestros líderes espirituales y gobernantes terrenales
que puedan hacer todo lo posible
para promover Tu honor como Dios,
nuestra salvación, la paz común
y el bienestar de todo Tu pueblo.
Concédenos, oh Dios de paz,
una verdadera unidad en la fe,
libre de toda división y separación.
Convierte nuestros corazones al verdadero arrepentimiento y enmienda de vida.
Enciende en nosotros el fuego de Tu amor;
danos hambre y celo por la justicia en todas las cosas,
para que, como hijos obedientes
desde la vida hasta la muerte,
podamos ser agradables a Ti y hallar gracia ante Tus ojos
Oramos también, oh Dios
como Tú quisiste que oráramos,
por nuestros amigos y enemigos,
por los sanos y los enfermos,
por todos los cristianos en tristeza y angustia,
por los vivos y los muertos.
A Ti, oh Señor, sea encomendado todo lo que hagamos,
cualquiera que sea nuestro camino,
nuestro trabajo y nuestros tratos,
nuestro vivir y morir.
Deleitémonos en Tu gracia, aquí en este mundo
y alcancemos el próximo, con todos Tus elegidos,
para alabarte, honrarte y ensalzarte,
en gozo y bienaventuranza sin fin.
Concédenos esto, oh Señor, Padre celestial,
por Jesucristo, tu Hijo amado,
que vive y reina contigo y el Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
La oración anterior, con espacios para las respuestas después de cada petición, fue una forma del siglo XVI de la Oración de los Fieles dentro del rito latino romano clásico (con oraciones sacerdotales y letanías en latín), popular durante 450 años en francés, inglés, Iglesia de habla irlandesa y alemana.
Por San Pedro Canisio (1521-1597) Doctor de la Iglesia
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