Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote - 3 -
A la hora de la tarde en el Cenáculo (Vísperas) Los fieles cristianos han meditado el misterio del sacerdocio de Cristo como misterio del Cenáculo; y la Iglesia nos sigue exhortando en este sentido al dar las orientaciones litúrgicas para la misa vespertina “in Coena Domini” el Jueves Santo. Ponemos nuestros ojos en tres momentos del Cenáculo: - El lavatorio de los pies (estrofa segunda). - La entrega del pan y del vino (estrofa tercera). - La oración de Jesús (Jn 17), llamada en la exégesis, desde el siglo XVIII, “la oración sacerdotal” (estrofa cuarta). El lavatorio de los pies, dándoles tu amor en diaconía ¿no es, en el fondo, el misterio de la entrega sacerdotal? El misterio de ese lavatorio de Jesús es inexhausto. Jesús entrega el pan y el vino con santas palabras y manda hacer el memorial; aparecen los sacerdotes de la Nueva Alianza: sellados de poder para el servicio, ministros sois de amor y Eucaristía. La oración de Jesús, oración sacerdotal, epíclesis de la Pasión, es el motivo para que hoy de nuevo en la Iglesia (estrofa quinta) reunida esta tarde ruegue conmovida a Jesús, el Buen Pastor, por sus sacerdotes. A la hora de la tarde en el Cenáculo de amor augusto fue la despedida; en esa tu mirada, en tu latido la historia universal se estremecía.
Bajaste hasta los pies de los discípulos, donándoles tu amor en diaconía; así también vosotros, mis amigos, el uno al otro daos vuestra vida.
Tomad, comed mi cuerpo, pan sabroso, bebed el rojo vino, sangre mía; sellados de poder para el servicio, ministros sois de amor y Eucaristía.
Y luego mi Señor oró a su Padre, cual Sumo Sacerdote se ofrecía; por ellos ruego, oh Dios, oh Padre mío: conságralos a ti por mi agonía.
Aquí, Jesús, tu Iglesia bienamada en esta tarde ruega conmovida: bendícelos, protégelos, condúcelos, oh Buen Pastor que nuestros pasos guías.
Oh Cristo, Sacerdote para siempre, invicto defensor de tu familia, la Iglesia te confiesa, te da gracias, y viéndote triunfar se regocija! Amén
|