Para los desterrados de la tierra
Dios creó los graciosos pajarillos.
Ellos van gorjeando su plegaria
por bosques, valles, montes y laderas.
Los traviesos y alegres rapazuelos,
tras de escoger algunos preferidos,
los cazan y aprisionan
en lindas jaulas de doradas rejas.
¡Oh Jesús, hermanito!,
tú abandonaste el cielo por nosotros,
pero sabes muy bien que es el Carmelo
Niño divino, tu bella pajarera.
Amamos nuestra jaula,
sin ser ella dorada.
Nunca de su prisión escaparemos
ni a la llanura azul ni al bosque oscuro.
Jesús, los bosques de este mundo
no pueden contentarnos.
En la profunda soledad queremos
cantar para ti solo.
Es tu blanca manita
la que orienta y atrae nuestro vuelo.
¡Qué bellos son, oh Niño, tus encantos!
En tu sonrisa quedan,
cautivos de su luz, los pajarillos.
Aquí el alma sencilla, pura y cándida
halla el motivo exacto de su amor.
Aquí la blanca y tímida paloma
no teme ya el ataque del buitre carnicero.
En alas de una cálida plegaria
el corazón se eleva como alondra ligera,
como alondra que sube cantando
y sube altísima.
Se escucha aquí el gorjeo
del reyezuelo y del pinzón alegre.
Niño Jesús, tus pajarillos cantan,
en su jaula, tu santo y dulce nombre.
Vive siempre cantando el pajarillo,
su pan no le preocupa,
ni siembra ni recoge,
y un granito de mijo le contenta.
Y como al pajarillo,
en nuestra pajarera
todo, Divino Niño, nos viene de tu mano.
Sólo una cosa es necesaria, una,
y esta cosa es amarte.
Por eso, con los puros espíritus del cielo
contamos noche y día tus glorias y alabanzas.
Y sabemos con cuánto amor los ángeles
nos miran a nosotras,
tus pobres pajarillos del Carmelo.
Para enjugar las lágrimas
que te hacen derramar los pecadores,
tus pajarillos cantarán tus gracias,
y el dulce canto de tus avecillas
te atraerá corazones.
Un día, lejos de la triste tierra,
al escuchar tu voz y tu llamada,
desde tu pajarera
tus pajarillos volarán al cielo.
Y allí, con las falanges
de pequeños y alegres querubines,
eternamente, Niño,
cantaremos tus glorias.
"Oh pequeño niño, mi único tesoro,
tú te me muestras todo radiante de Amor.
Yo me abandono a Tí.
Oh Jesús, mi pequeño hermano,
no quiero otra alegría que la de agradarte.
Mi pequeño Rey,
imprime en mi las virtudes de tu infancia"
(Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz - Navidad de 1896)