Herido del pecado voy buscando

A TODOS LOS SACERDOTES EN ESTE AÑO SACERDOTAL…
Del corazón de Jesús
AÑO SACERDOTAL EN POESÍA
P. RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, ofmcap.

Jesucristo
Sumo y Eterno Sacerdote
- 1 -


Herido del pecado voy buscando
(Oficio de lectura)


Nota previa. La Conferencia Episcopal Española – y otras Conferencias del Episcopado universal (así la Conferencia Mexicana) – han solicitado una celebración sacerdotal de Cristo en calidad de “fiesta”. Se hace esta celebración en el jueves que sigue a Pentecostés.

Honrar a Cristo Sacerdote con un día señalado puede tener como fruto espiritual para los sacerdotes mayor afianzamiento en la vocación para la que han sido elegidos, y para el pueblo cristiano mayor sensibilización de cara al gran misterio del Sacerdocio de Cristo y del sacerdocio “ministerial” que él ha otorgado a algunos miembros de la Iglesia.

* * *

El sacerdocio es, de algún modo, un hecho universal en las religiones. El hombre busca un mediador que facilite tener propicio a Dios. Esa experiencia honda del ser humano retratan las tres primeras estrofas de este himno. El hombres, consciente del pecado, busca, como sea, un agarradero, un hombre entre los hombres señalado por Dios.

Buscamos a alguien en quien pueda yo descargar la carga de mi culpa, en quien halle paz que nadie me la robe, en quien pueda oír la palabra y oráculo de Dios y ver el semblante del Creador.

¿Adónde he de acudir, si entre los hombres no veo a ese a quien busco? Las tres estrofas posteriores nos muestran a Cristo Sacerdote. La Carta a los Hebreos – solo ella – llama a Cristo Sacerdote y propone una teología sacerdotal. De la Carta a los Hebreos tomamos esa terminología aplicada a Cristo: eterno, compasivo, Hermano.

El sacerdocio de Jesús es para nosotros algo único: tú juntas en tu carne lo que nadie jamás pudo ofrecer al dar sus dones.

En la doxología se habla de la reconciliación del universo y de la sangre de Jesús, términos que no son exclusivos del lenguaje sacerdotal, sino que pertenecen sin más a la comprensión del misterio cristiano (cf. p.e. 2Co 5,19; 1Jn 1,7).


Herido del pecado voy buscando
oráculo y ofrenda y sacerdote;
¿en dónde, Creador, está tu tienda
y a quién has señalado entre los hombres?

Descargue yo la carga de mi culpa
y tenga paz que nadie me la robe,
y pueda percibir tu voz segura
y ver tu amable faz cuando es de noche.

¿A dónde he de acudir, clamando ayuda,
en dónde está el amor, decidme, en dónde?,
¿en dónde está la sangre que me limpie,
el Santo que se apiade de este pobre?

Eterno, compasivo, dulce Hermano,
que vienes a morir y nos socorres,
tú juntas en tu carne lo que nadie
jamás pudo ofrecer al dar sus dones.

¡Oh Cristo, sacerdote y holocausto,
oráculo, verdad de corazones,
oh Cristo vivo, puente de mortales,
oh Dios de Dios, oh Hombre sin reproche!

¡A ti que conciliaste el universo
y en sangre tuya hiciste nuevo el orbe,
a ti sea la gloria eternamente,
a ti, Jesús, amor de los amores! Amén.


Jerusalén, marzo 1985 (con motivo de mis XXV años de sacerdocio)
Puebla de los Ángeles, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, 2009