Soneto a Cisto crucificado





EL MÁS PERFECTO ACTO DE CONTRICIÓN


No me mueve, mi Dios, para quererte, 
el cielo que me tienes prometido; 
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, 
muéveme el verte clavado en una Cruz y escarnecido; muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, 
que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 
y aunque no hubiera infierno, te temiera. . 

No me tienes que dar porque te quiera; 
pues aunque lo que espero no esperara, 
lo mismo que te quiero, te quisiera.




Recemos diariamente este soneto que constituye el acto más perfecto de
contrición. Si sale realmente de nuestro corazón con verdadero AMOR A DIOS, por ser Él quien es, borra cualquier pecado -aunado al propósito de no pecar más y de acudir a la confesión sacramental a la brevedad posible-. Luego de rezarlo así y en caso de morir, iremos a la bienaventuranza eterna.

Por otra parte, es conveniente saber que el arrepentimiento o dolor por nuestros pecados puede ser imperfecto (llamado ATRICIÓN o también CONTRICIÓN IMPERFECTA), y consiste en el dolor que se tiene debido al temor a los justos castigos divinos que merecemos (eternos o temporales) por nuestros pecados; es suficiente para el perdón de los pecados en el sacramento de la Penitencia, pero no lo es para alcanzarnos la gracia sin el sacramento de la Confesión. Esto significa que, por sí mismo, no borra los pecados, sino sólo cuando se acude al confesionario..
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No olvidemos que para recibir cualquier sacramento de vivos -comunión, confirmación, extremaunción, matrimonio y orden sacerdotal- se requiere necesariamente la confesión sacramental con el sacerdote, aunque ya se haya realizado el acto de contrición perfecta.